“Entonces, vuelto el Señor miró a Pedro; y Pedro se acordó de la Palabra del Señor, que le había dicho: Antes que el gallo cante me negarás tres veces.” -Lucas 22:61
Muchas personas aunque son cristianas mantienen un área de sus vidas donde batallan con el pecado. Algunos piensan que esto es algo muy difícil de vencer; han tratado varias veces de hacerlo sin éxito aparente, por lo que creen que mientras estén en este mundo van a seguir viviendo de esta manera.
Desde luego que esta manera de pensar es una mentira del enemigo para mantenerlos derrotados. El problema que encuentro que los mantiene en ese estado pecaminoso es que ellos nunca se han arrepentido en si de lo que hacen, si no que han tenido remordimiento por la pena que le causan a la familia por lo que hacen, remordimiento de fallarle al Señor, remordimiento por la vergüenza que han podido pasar por sus actos pecaminosos.
No debemos confundir estos dos conceptos, remordimiento no es arrepentimiento. Se parecen pero no son iguales. Si analizamos bien estos dos conceptos nos damos cuenta rápidamente de sus diferencias.
Remordimiento es un arrepentimiento momentáneo por hacer algo indebido, pero después que se pasa la vergüenza por lo sucedido se vuelve hacer lo mismo otra y otra vez.
Arrepentimiento es cuando nos arrepentimos de todo corazón de haber hecho algo indebido. Cuando ese arrepentimiento toca nuestra alma, toca las fibras más profundas de nuestro corazón, y esto nos lleva a apartarnos del pecado y nunca más hacerlo.
Pedro después de haberle dicho al Señor que él moriría con él si fuera preciso, lo negó. Fue en este momento cuando a voz en cuello gritó no conocer al maestro cuando el gallo canto y se recordó lo que Jesús le había dicho. Lucas nos dice en que ese mismo instante Jesús se volteó y lo miró, al Pedro levantar sus ojos se encontró con la mirada entristecida de Jesús frente al dolor de la traición. Esto le llegó al alma, su arrepentimiento por su cobardía era sincero, lloró amargamente y esto lo llevó a cambiar y se convirtió en unos de los hombres de Dios más prominentes de la historia de la Iglesia.
Estimado hermano, cuando seas tentado a hacer lo malo recuerda que los ojos de Jesús te están mirando, como miró a Pedro te mira a ti y en esa mirada vas a encontrar el genuino arrepentimiento y te apartarás de pecar. ¡Amén!
