Declaración de Fé
El Rev. Josué
Yrion es un ministro ordenado de las Asambleas de Dios. Por lo tanto, nuestro
ministerio, Josué Yrion Evangelismo y Misiones Mundiales, creé lo siguiente.
1. La inspiración de las Escrituras
Las Escrituras, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, son verbalmente inspiradas por Dios y son la revelación de Dios para el hombre, la regla infalible y autoritaria de fe y conducta (2 Timoteo 3:15-17; 1 Tesalonicenses 2:13; 2 Pedro 1:21).
2. El único Dios verdadero
El único Dios verdadero se ha revelado como el eterno existente en sí mismo "YO SOY", el Creador del cielo y de la tierra y Redentor de la humanidad. Se ha revelado también encarnando los principios de relación y asociación como el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo (Deuteronomio 6:4; Isaías 43:10,11; Mateo 28:19; Lucas 3:22).
LA DEIDAD ADORABLE
(a) Definición de vocablos
Los vocablos trinidad y personas, según se
relacionan con la Deidad, aunque no se encuentran en la Biblia, son
vocablos que están en armonía con ella, por lo tanto podemos comunicar a
los demás nuestro entendimiento inmediato de la doctrina de Cristo
respecto al Ser de Dios, según se distingue de "muchos dioses y muchos
señores". Por tanto podemos hablar debidamente del Señor nuestro Dios,
que es un solo Señor, como una Trinidad o como un Ser de tres personas,
sin apartarnos por ello de las enseñanzas bíblicas (como ejemplo, Mateo
28:19; 2 Corintios 13:14; Juan 14:16,17).
(b) Distinción y relación en la Deidad
Cristo enseñó una distinción de personas en la Deidad que expresó
en términos específicos de relación, como Padre, Hijo y Espíritu Santo,
pero que esta distinción y relación, en lo que a su forma se refiere es
inescrutable e incomprensible, pues la Biblia no lo explica (Lucas
1:35; 1 Corintios 1:24; Mateo 11:25-27; 28:19; 2 Corintios 13:14; 1 Juan
1:3, 4).
(c) Unidad del Único Ser del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo
Por lo tanto, de la misma manera, hay eso en el Padre que lo constituye Padre y no Hijo; hay eso en el Hijo que lo constituye Hijo y no Padre; y hay eso
en el Espíritu Santo que lo constituye Espíritu Santo y no Padre ni
Hijo. Por lo que el Padre es el Engendrador; el Hijo es el Engendrado; y
el Espíritu Santo es el que procede del Padre y del Hijo. Así que, por
cuanto estas tres personas de la Deidad están en un estado de unidad,
existe un solo Señor Dios Todopoderoso y tiene un solo nombre (Juan
1:18; 15:26; 17:11, 21; Zacarías 14:9).
(d) Identidad y cooperación en la Deidad
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo no son idénticos en lo que
respecta a persona; ni se les confunde en cuanto a relación; ni están
divididos en cuanto a la Deidad; ni opuestos en cuanto a cooperación. El
Hijo está en el Padre y el Padre está en el Hijo en cuanto a relación. El Hijo está con el Padre y el Padre está con el Hijo, en cuanto a confraternidad. El Padre no procede del Hijo, sino el Hijo procede
del Padre, en lo que respecta a autoridad. El Espíritu Santo procede
del Padre y del Hijo, en cuanto a naturaleza, relación, cooperación y
autoridad. Por tanto, ninguna de las personas de la Deidad existe ni
opera separada o independientemente de las otras (Juan 5:17-30,32,37;
8:17,18).
(e) El título Señor Jesucristo
El título Señor Jesucristo es un nombre propio. En el
Nuevo Testamento nunca se le aplica al Padre ni al Espíritu Santo. Por
tanto pertenece exclusivamente al Hijo de Dios (Romanos 1:1-3,7; 2 Juan
3).
(f) El Señor Jesucristo, Dios con nosotros
El Señor Jesucristo, en lo que respecta a su naturaleza divina y
eterna, es el verdadero y unigénito Hijo del Padre, pero en lo que
respecta a su naturaleza humana, es el verdadero Hijo del Hombre. Por lo
tanto, se le reconoce como Dios y hombre; quien por ser Dios y hombre,
es "Emanuel", Dios con nosotros (Mateo 1:23; 1 Juan 4:2,10,14;
Apocalipsis 1:13,17).
(g) El título Hijo de Dios
Siendo que el nombre Emanuel abarca lo divino y lo humano, en una
sola persona, nuestro Señor Jesucristo, el título Hijo de Dios describe
su debida deidad, y el título Hijo del Hombre su debida humanidad. De
manera que el título Hijo de Dios pertenece al orden de la eternidad, y
el título Hijo del Hombre al orden del tiempo (Mateo 1:21-23; 2 Juan 3; 1
Juan 3:8; Hebreos 7:3; 1:1-13)
(h) Transgresión de la doctrina de Cristo
Por tanto, es una transgresión de la doctrina de Cristo decir que
el Señor Jesús derivó el título de Hijo de Dios sólo del hecho de la
encarnación, o por su relación con la economía de la redención . De modo
que negar que el Padre es un Padre verdarero y eterno y que el Hijo es
un Hijo verdadero y eterno es negar la distinción y relación en el Ser
de Dios; una negación del Padre y del Hijo; y una substitución de la
verdad de que Jesucristo fue hecho carne (2 Juan 9; Juan
1:1,2,14,18,29,49; 1 Juan 2:22,23; 4:1-5; Hebreos 12:2).
(i) Exaltación de Jesucristo como Señor
El Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo, después de limpiarnos
del pecado con su sangre, se sentó a la diestra de la Majestad en las
alturas, sujetándose a El ángeles, principados, y potestades. Después de
ser hecho Señor y Cristo, envió al Espíritu Santo para que en el nombre
de Jesús se doble toda rodilla y confiese que Jesucristo es el Señor
para la gloria de Dios el Padre hasta el fin, cuando el Hijo se sujete
al Padre para que Dios sea todos en todo (Hebreos 1:3; 1 Pedro 3:22;
Hechos 2:32-36; Romanos 14:11; 1 Corintios 15:24-28).
(j) Igual honor para el Padre y el Hijo
Siendo que el Padre ha dado al Hijo todo juicio, no es solo un
deber de todos en el cielo y en la tierra postrarse ante El, sino que es
un gozo inefable en el Espíritu Santo adscribir al Hijo todos los
atributos de la deidad y rendirle todo el honor y la gloria contenidos
en todos los nombres y títulos de la Deidad excepto los que denotan
relación (ver los párrafos b, c y d), honrando así al Hijo como se honra
al Padre (Juan 5:22,23; 1 Pedro 1:8; Apocalipsis 5:6-14; Filipenses
2:8,9; Apocalipsis 7:9,10; 4:8-11).
3. La Deidad del Señor Jesucristo
El Señor Jesucristo es el eterno Hijo de Dios. La Biblia declara:
(a) Su nacimiento virginal (Mateo 1:23; Lucas 1:31,35).
(b) Su vida sin pecado (Hebreos 7:26; 1 Pedro 2:22).
(c) Sus milagros (Hechos 2:22; 10:38).
(d) Su obra vicaria en la cruz (1 Corintios 15:3; 2 Corintios 5:21).
(e) Su resurrección corporal de entre los muertos (Mateo 28:6; Lucas 24:39; 1 Corintios 15:4).
(f) Su exaltación a la diestra de Dios (Hechos 1:9, 11; 2:33; Filipenses 2:9-11; Hebreos 1:3).
4. La caída del hombre
El hombre fue creado bueno y justo; porque Dios dijo: "Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza". Sin embargo, el ser humano por su propia voluntad cayó en transgresión, incurriendo así no sólo la muerte física sino también la espiritual, que es la separación de Dios (Génesis 1:26, 27; 2:17; 3:6; Romanos 5:12-19).
5. La salvación del hombre
La única esperanza de redención para el hombre es a través de la sangre derramada de Jesucristo, el Hijo de Dios.
(a) Condiciones para la salvación. La salvación se recibe a
través del arrepentimiento para con Dios y la fe en el Señor Jesucristo.
El hombre se convierte en hijo y heredero de Dios según la esperanza de
vida eterna por el lavamiento de la regeneración, la renovación del
Espíritu Santo y la justificación por la gracia a través de la fe (Lucas
24:47; Juan 3:3; Romanos 10:13–15; Efesios 2:8; Tito 2:11; 3:5–7).
(b) Evidencias de la salvación. La evidencia interna de la
salvación es el testimonio directo del Espíritu (Romanos 8:16). La
evidencia externa ante todos los hombres es una vida de justicia y
verdadera santidad (Efesios 4:24; Tito 2:12).
6. Las ordenanzas de la iglesia
(a) El bautismo en agua. Las Escrituras establecen la ordenanza
del bautismo en agua por inmersión. Todos los que se arrepienten y creen
en Cristo como Salvador y Señor deben ser bautizados. De esta manera
declaran ante el mundo que han muerto con Cristo y que han sido
resucitados con El para andar en nueva vida (Mateo 28:19; Marcos 16:16;
Hechos 10:47, 48; Romanos 6:4).
(b) La santa comunión. La Cena del Señor, que consiste en la
participación de las especies eucarísticas–el pan y el fruto de la
vid–es el símbolo que expresa nuestra participación de la naturaleza
divina de nuestro Señor Jesucristo (2 Pedro 1:4); un recordatorio de sus
sufrimientos y su muerte (1 Corintios 11:26); y una profecía de su
segunda venida (1 Corintios 11:26); y un mandato para todos los
creyentes "¡hasta que él venga!
7. El bautismo en el Espíritu Santo
Todos los creyentes tienen el derecho de recibir y deben buscar fervientemente la promesa del Padre, el bautismo en el Espíritu Santo y fuego, según el mandato del Señor Jesucristo. Esta era la experiencia normal y común de toda la primera iglesia cristiana. Con el bautismo viene una investidura de poder para la vida y el servicio y la concesión de los dones espirituales y su uso en el ministerio (Lucas 24:49; Hechos 1:4, 8; 1 Corintios 12:1–31). Esta experiencia es distinta a la del nuevo nacimiento y subsecuente a ella (Hechos 8:12–17; 10:44–46; 11:14–16; 15:7–9). Con el bautismo en el Espíritu Santo el creyente recibe experiencias como la de ser lleno del Espíritu (Juan 7:37–39; Hechos 4:8), una reverencia más profunda para Dios (Hechos 2:43; Hebreos 12:28), una consagración más intensa a Dios y dedicación a su obra (Hechos 2:42) y un amor más activo para Cristo, para su Palabra y para los perdidos (Marcos 16:20).
8. La evidencia física inicial del bautismo en el Espíritu Santo
El bautismo de los creyentes en el Espíritu Santo se evidencia con la señal física inicial de hablar en otras lenguas como el Espíritu los dirija (Hechos 2:4). El hablar en lenguas en este caso es esencialmente lo mismo que el don de lenguas (1 Corintios 12:4–10, 28), pero es diferente en propósito y uso.
9. La santificación
La santificación es un acto de separación de todo lo malo, y de
dedicación a Dios (Romanos 12:1, 2; 1 Tesalonicenses 5:23; Hebreos
13:12). La Biblia prescribe una vida de "santidad sin la cual nadie verá
al Señor" (Hebreos 12:14). Por el poder del Espíritu Santo podemos
obedecer el mandato que dice: "Sed santos porque yo soy santo" (1 Pedro
1:15, 16).
La santificación se efectúa en el creyente cuando este reconoce
su identidad con Cristo en su muerte y su resurrección, y por fe se
propone vivir cada día en esta unión con Cristo, y somete todas sus
facultades al dominio del Espíritu Santo (Romanos 6:1–11, 13; 8:1, 2,
13; Gálatas 2:20; Filipenses 2:12, 13; 1 Pedro 1:5).
10. La Iglesia y su misión
La Iglesia es el cuerpo de Cristo, la morada de Dios por el
Espíritu Santo, con el encargo divino de llevar a cabo su gran comisión.
Todo creyente, nacido del Espíritu Santo, es parte integral de la
asamblea general e iglesia de los primogénitos, que están inscritos en
los cielos (Efesios 1:22, 23; 2:22; Hebreos 12:23).
Siendo que el propósito de Dios en relación con el hombre es
buscar y salvar lo que se había perdido, ser adorado por el ser humano y
edificar un cuerpo de creyentes a la imagen de su Hijo, la principal
razón de ser de las Asambleas de Dios como parte de la Iglesia es:
(a) Ser una agencia de Dios para la evangelización del mundo (Hechos 1:8; Mateo 28:19, 20; Marcos 16:15, 16).
(b) Ser un cuerpo corporativo en el que el hombre pueda adorar a Dios (1 Corintios 12:13).
(c) Ser un canal para el propósito de Dios de edificar a un
cuerpo de santos siendo perfeccionados a la imagen de su Hijo (Efesios
4:11–16; 1 Corintios 12:28; 14:12).
Las Asambleas de Dios existe expresamente para dar continuo
énfasis a esta razón de ser según el modelo apostólico del Nuevo
Testamento enseñando a los creyentes y alentándolos a que sean
bautizados en el Espíritu Santo. Esta experiencia:
a. Los capacita para evangelizar en el poder del Espíritu con
señales y milagros (Marcos 16:15–20; Hechos 4:29–31; Hebreos 2:3, 4).
b. Agrega una dimensión necesaria a la adoración y a la relación con Dios (1 Corintios 2:10–16; 1 Corintios 12–14)
c. Los capacita para responder a la plena manifestación del
Espíritu Santo en la expresión de frutos, dones y ministerios como en
los tiempos del Nuevo Testamento para la edificación del cuerpo de
Cristo (Gálatas 5:22–26; 1 Corintios 14:12; Efesios 4:11, 12; 1
Corintios 12:28; Colosenses 1:29).
11. El ministerio
Nuestro Señor ha provisto un ministerio divinamente llamado y ordenado con el triple propósito de dirigir a la iglesia en: (1) la evangelización del mundo (Marcos 16:15–20), (2) la adoración a Dios (Juan 4:23, 24) y (3) la edificación de un cuerpo de santos, para perfeccionarlos a la imagen de su Hijo (Efesios 4:11, 16).
12. Sanidad divina
La sanidad divina es una parte integral del evangelio. La liberación de la enfermedad ha sido provista en la expiación y es el privilegio de todos los creyentes (Isaías 53:4, 5; Mateo 8:16, 17; Santiago 5:14–16).
13. La esperanza bienaventurada
La resurrección de los que han muerto en Cristo y su arrebatamiento junto con los que estén vivos cuando sea la venida del Señor es la esperanza inminente y bienaventurada de la Iglesia (1 Tesalonicenses 4:16, 17; Romanos 8:23; Tito 2:13; 1 Corintios 15:51, 52).
14. El reino milenario de Cristo
La segunda venida de Cristo incluye el rapto de los santos, que es nuestra esperanza bienaventurada, seguido por el regreso visible de Cristo con sus santos para reinar sobre la tierra por mil años (Zacarías 14:5; Mateo 24:27–30; Apocalipsis 1:7; 19:11–14; 20:1–6). Este reino milenario traerá la salvación de Israel como nación (Ezequiel 37:21, 22; Sofonías 3:19,20; Romanos 11:26,27) y el establecimiento de una paz universal (Isaías 11:6–9; Salmo 72:3–8; Miqueas 4:3, 4).
15. El juicio final
Habrá un juicio final en el que los pecadores muertos serán resucitados y juzgados según sus obras. Todo aquel cuyo nombre no se halle en el Libro de la Vida, será confinado a sufrir castigo eterno en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda, junto con el diablo y sus ángeles, la bestia y el falso profeta (Mateo 25:46; Marcos 9:43–48; Apocalipsis 19:20; 20:11–15; 21:8).
16. Los cielos nuevos y la tierra nueva
"Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia" (2 Pedro 3:13; Apocalipsis 21:22).