Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. Efesios 4:29
Una de las responsabilidades que tiene el creyente delante de Dios, es cuidar su boca. Pues con ella alabamos a Dios, pero también podemos deshonrar la divina presencia que mora dentro de nosotros.
Una de las cosas mas importante que debemos hacer cuando venimos a Cristo es reeducar nuestro vocabulario. Toda palabra necia, vulgar, corrompida, detractora, no pueden tener mas cabida en nuestra manera de hablar. Nuestras palabras deben ir acompañada de sabiduría, saturada con la verdad de la Palabra de Dios y perfumada del dulce aroma del Espíritu Santo.
Nuestras conversaciones deben ser edificantes, dando ejemplo a quienes nos escuchan. Nuestro testimonio debe ser impecable, para que puedan ver los que no creen la diferencia entre nuestra vieja manera de vivir y nuestra nueva vida en Cristo.
Sí testificas del amor de Cristo, pero tu conversación es tan corrompida como la de los impíos ¿de que aprovechará el hablar de Cristo? Porque en nada te diferencias de ellos. En cambio, sí ven que tu forma de hablar ahora es distinta, pondrán atención a tu predicación.
El apóstol Pablo nos exhorta diciéndonos: Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. Por lo tanto, pongamos guarda a nuestra boca, y esforcémonos para que nuestras palabras sean de bendición. ¡Amén!