“Bendice, alma mía, a Jehová, Y bendiga todo mi ser su santo nombre.
Bendice, alma mía, a Jehová, Y no olvides ninguno de sus beneficios.”
Salmo 103:1-2
Alabar a Dios es una parte primordial en la vida del creyente. Pero en momentos de dificultad, en momentos oscuros donde no entendemos lo que está pasando, cuando en lugar de la solución a nuestros problemas enfrentamos situaciones que nos desconciertan, y estas con un gran golpe llevan nuestra fe a la lona, se nos hace difícil alabar. En momentos así, tendemos a murmurar, desanimarnos y entristecernos, no hay en nuestros corazones lugar para la alabanza, se nos olvida que fuimos llamados para la alabanza de Su gloria.
El rey David es un ejemplo a seguir. El fue un hombre que experimentó muchos momentos de adversidades y dolor en su vida y sin embargo escribió en el Salmo 34:1-2 “Bendeciré a Jehová en todo tiempo; Su alabanza estará de continuo en mi boca.” Quizás se preguntará usted ¿Y cómo podía hacer esto? pues le diré: él descubrió que volver su mirada al pasado, donde había recibido diferentes bendiciones de Dios, fortalecía su fe en los momentos presentes de nuevos retos.
El Salmista David nos enseña en el Salmo 103 la forma de alabar a Dios no importando las circunstancias. Él comienza diciéndole a su alma “Bendice, alma mía, a Jehová, Y bendiga todo mi ser su santo nombre.” En otras palabras él dice: alma mía bendice a tu Creador, bendice a tu Señor, bendice Aquel que es digno de alabanza, independientemente de cómo te sientas alma mía ¡bendice a Jehová! En segundo lugar él dice: Bendice alma mía a Jehová y no te olvides de ningunos de sus beneficios.
Y es precisamente el recordar el punto importante para poder alabar en todo tiempo a nuestro buen Dios. Recordar sus beneficios para con nosotros es razón más que suficiente para alabarlo. Recordar de donde nos saco, recordar que nos liberó, recordar que nos sanó es el motor que moverá nuestra fe para permanecer creyendo. Sí Él nos ayudó en el pasado, Él lo hará en el presente. ¡Amén!