Pero él les dijo: Los reyes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que sobre ellas tienen autoridad son llamados bienhechores; mas no así vosotros, sino sea el mayor entre vosotros como el más joven, y el que dirige, como el que sirve. Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Mas yo estoy entre vosotros como el que sirve.Es difícil mantener una mentalidad de siervo en estos días. Más y más, se habla de nuestros derechos, de ser emprendedor, de no dejarse pisotear, lo cual tiene su lugar. Sí, debemos ser emprendedores y entender nuestros derechos. Pero también hay otro lado, el lado de la servidumbre en el carácter cristiano. Fíjese bien que Jesús no dijo que no fuésemos emprendedores o líderes o que fuésemos pasivos. Él dice “el mayor” que sea como el más joven, lo cual se refiere a humildad, y dice “el que dirige, [sea] como el que sirve.” O sea que es correcto y necesario el dirigir, y el ser líder. ¿Entonces a que se refiere Jesús? ¿Nos está dando una teoría que no tiene base en la experiencia real, en el diario vivir?
-Lucas 22:25-27
Jesús nos manda a ser líderes, pero siervos a la misma vez. Es paradójico pero verdad. En el versículo 25, Jesús dice que en el mundo, los líderes son aplaudidos. Pero en el modo de pensar que Cristo está comandando, el ser líder no es una gloria. Es servidumbre. No en el sentido de esclavitud, sino en el sentido de que todo lo que estás haciendo es por los demás. Debemos ser completamente humildes, solo gloriándonos en el Señor (2 Corintios 10-11).
¿Pero cómo podemos ser así? Bueno, para ser prácticos vamos a describir algunas cualidades de los siervos. Los siervos atienden a quien el patrón diga. Por lo cual que hemos de servir a pecadores, personas que no nos caen bien, enemigos, a TODOS. Esto no los mando Jesús mismo (Lucas 10:27-35, Mateo 5). Un siervo no es respondón, sino que trabaja calladamente. Un siervo no es agresivo. Un siervo busca el bien de los que sirve arriba del de sí mismo. Un buen siervo es amable con todos, aun con los que no merecen amabilidad. Por lo que nos damos cuenta que debemos liderar en el reino de Dios, pero con las prácticas y la mentalidad de un siervo bueno.
¿Por qué? Porque Jesús lo hizo así. Él nos dio este mandamiento solo horas antes de padecer en la Cruz por ti y por mí. El omnipotente Dios del universo dejo Su Gloria para servirnos a nosotros (Filipenses 2). Y nos sigue sirviendo a través de su Santo Espíritu, que nos ministra día a día.
Jesús no se cansa de servirnos. Después de morir por nosotros para salvarnos de una perdición eterna, Él está siempre abogando por nosotros (1 Juan 2). ¡Que amor servicial! No es amor muerto, sino uno que trabaja. De igual manera debemos poner manos a la obra, viendo a cada persona como mejor que uno mismo (Filipenses 2:3). Esto no es fácil ni natural, pero viene por medio del Espíritu Santo. Oremos cada día para que el Señor nos ayude a servir como Él quiere. Haciendo esto, podremos emular el amor verdadero de Jesús como nunca antes.