Alzad, oh puertas, vuestras cabezas,Y alzaos vosotras, puertas eternas,Y entrará el Rey de gloria.
¿Quién es este Rey de gloria?Jehová de los ejércitos,El es el Rey de la gloria. Selah…
A ti, oh Jehová, levantaré mi alma.Dios mío, en ti confío;
No sea yo avergonzado,No se alegren de mí mis enemigos.Ciertamente ninguno de cuantos esperan en ti será confundido;
Serán avergonzados los que se rebelan sin causa. Muéstrame, oh Jehová, tus caminos;
Enséñame tus sendas.Encamíname en tu verdad, y enséñame,Porque tú eres el Dios de mi salvación;
En ti he esperado todo el día.
-Salmos 24:9-10, 25:1-5Muchas veces en el trajín de la vida nos olvidamos de alzar nuestros ojos para mirar al Rey de gloria. Nos envolvemos en nuestros quehaceres y responsabilidades y no separamos tiempo para contemplar la hermosura de nuestro Señor. Este olvido no queda sin consecuencia, pues muchas veces causa que nos sintamos más distantes de Dios o que nuestra oración se haga más seca.
No solo esto, pero como podemos ver en el Salmo 25, es cuando paramos para esperar en la presencia del Señor que encontramos nuevas fuerzas. Es cuando esperamos en la presencia del Señor que podemos esperar que Él nos “enseñe” sus sendas y que nos “encamine” en su verdad.
¿Cuánto tiempo pasamos haciendo otras cosas—en la computadora, viendo la televisión, o aun los quehaceres necesarios—sin pensar en Dios un solo minuto? Debemos tratar de cultivar una forma de pensar que lo incluya a Él en todo lo que hacemos—de darle gracias a Dios con una oración mental mientras disfrutamos con la familia, u orar en nuestra menta mientras hacemos nuestro trabajo. Hay tanto que agradecerle a Él.
También debemos cultivar el mirarlo a Él. Debemos levantar nuestros ojos para mirar, contemplar, y esperar. Él es el ser más bello, creativo, amoroso, y maravilloso que existe. Merece al menos unos minutos de contemplación exclusiva. Con este tipo de callada adoración podemos también agradar a Dios como lo hizo David, podemos encontrar nuevas fuerzas, y podemos poco a poco recibir una más grande y clara revelación de quien esta persona magnifica es—el Dios trino, Creador, y Padre nuestro.
Tomemos unos minutos cada día para alzar nuestros ojos al Rey de gloria. Tomemos unos minutos para esperar en Él, para leer su Palabra, y luego contemplar su hermosura en callada admiración.