1 Juan 5:3: “Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos.
¿Cómo
es que, después de conocer de su amor incomparable, después de probar su
dulce gracia y su sobreabundante bondad, podemos insultarle? Como es
que después de El limpiarnos tan suavemente con su sangre, después de El
darnos propósito y quitarnos nuestra oscuridad y abrir nuestros ojos a
la luz podemos poner al lado su paz, poner al lado Su nombre y su
Palabra y caer en la tentación. No es posible amar a Dios y no vivir en
obediencia. No es posible estar de nuevo en las inmundicias del pecado y
sinceramente desearle a El. El pecado impide nuestras oraciones y
nuestro servicio al padre.
¿Porque?
Porque el amor es todo. El ayuda a quienes le aman (Salmo 5) y el amor
es el único motivo para nuestro servicio. Como podemos llegar a admitir
que, al analizar nuestra vida, en realidad no le amamos como creemos y
aun le decimos. ¿Cómo podemos cambiar? ¿Cómo podemos perdonarnos a
nosotros mismos? ¿Cómo poder entrar en su presencia una vez más después
de nuestra traición? La vergüenza es muy fuerte. Pero en su palabra El
nos dice que Jesús es nuestra justicia (Romanos 5:17-21). Hemos muerto
al pecado con Jesús y cuando el Padre nos mira, El no nos ve en nuestras
fallas, pero por su sobreabundante gracia El ve a Cristo en nosotros:
nos ve perfectos y sin mancha como su Hijo.
En su
palabra El nos dice que si confesamos nuestros pecados El es fiel y
justo para perdonarnos y limpiarnos de todo pecado (1 Juan 1:9): no solo
justo para borrar nuestra culpa, sino también limpiarnos de toda
inmundicia e inclinación para el mal. El nos puede sanar. ¿Y cómo amarle
en realidad? ¿Como de verdad vencer la vergüenza y decepción de nuestra
maldad? Solo Mirarle a Él para que nos cambie. De Él viene el amor.
Solo mirar a Jesús.
Jesús.
¡Jesús!
Ministerio Josue Yrion