“Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían.” -Hechos 16:25
Pablo y Silas habían sido encarcelados injustamente. Su delito había sido dejar libre a una joven poseída por el diablo. Los dueños de esta joven esclava, al ver que había quedado libre del espíritu de adivinación que les hacia ganar dinero, los acusaron de alborotar la ciudad y enseñar costumbres que no les eran licitas a los ciudadanos romanos.
Después de azotarle con vara los pusieron en la cárcel. El carcelero los puso en la celda más recóndita de la cárcel, y los aprisionó en el cepo. Pablo y Silas no estaban pasándola bien. No obstante, en medio de ese sufrimiento alzaron sus voces en alabanza al Dios omnipotente y los presos los escuchaban atentamente.
Aquella alabanza subió al cielo como olor fragante, e inmediatamente el Poder de Dios entró en acción y hubo un terremoto que abrió la puerta de las celdas y las cadenas se rompieron quedando libres todos los prisioneros. El carcelero afligido por lo sucedido pensó en quitarse la vida, pensando que todos los prisioneros se habían escapado y él, sería punido según las leyes romanas por este hecho.
Aquella alabanza, lejos de traer muerte, alumbraba como faro en alta mar—anunciándoles con su luz la oportunidad de recibir la vida. En medio de la noche la voz del apóstol irrumpió el temor del carcelero dándole a conocer las buenas nuevas de salvación diciendo: Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo tú y tu casa.
El testimonio más grande que impactará a tú familia que no conoce al Señor es la alabanza que sale de tu corazón en medio de la aflicción por la que puedas estar pasando. Puede ser que no esté empezando este nuevo año de la forma que quisieras. Pero en medio de tu noche oscura, canta alabanzas al Señor. Los que están a tu alrededor de seguro te oirán. ¡Amén!