Venga a mí tu misericordia, oh Jehová; Tu salvación, conforme a tu dicho. Y daré por respuesta a mi avergonzador, Que en tu palabra he confiado. Salmo 119:41-42
Siempre que te dispones a creerle a Dios, el enemigo se levanta como un río para pararte. El usa circunstancias, crea adversidades, envía personas con malas noticias, todo cuanto le sea posible para desacreditar tu fe.
Él trabajo del diablo es robarte, porque él es ladrón. Él se complace en engañarte, porque él es mentiroso, y su delicia es destruirte, cumpliendo su faceta de asesino. Entonces, para lograr sus propósitos malvados, el usa la confusión, el desanimo, pensamientos de dudas, de incredulidad en la Palabra, y todas sus artimañas negativas para tirar abajo la fe.
El salmista conocía las tretas del enemigo, y sabía que para pararle sus engaños tenía que recorrer a las promesas hechas por Dios. Él, teniendo en cuenta la ley de Jehová recuerda sus promesas. Dios les había prometido misericordia y salvación a todos aquellos que obedecieran todos los mandamientos que Él les había mandado. Teniendo en cuenta esta verdad él dice: “Venga a mí tu misericordia, oh Jehová; Tu salvación, conforme a tu dicho. Y daré por respuesta a mi avergonzador, Que en tu palabra he confiado.”
Tu nunca podarás alcanzar las respuestas de tus oraciones sí no te para firmes en sus promesas. Nunca vas a poder destruir las asechanzas del diablo sí no te paras firmes en Su Palabra. Es la fe lo que el enemigo trata de acabar, porque él sabe que es por la fe en Dios y en su Palabra que obtenemos las mas grandes victorias.
Así que, dale una gran cachetada al enemigo, párate firme en la fe, firme en la Palabra, firme en sus promesas y dile a tu avergonzador: en la Palabra de Dios he confiado. ¡Amén!