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Derriba Todo Argumento Mentiroso del Maligno-7/24

“…derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo,” 2Cirintios 10: 5

Como muchas veces lo hemos dicho, ahora lo repito, la mente es el mayor campo de batalla que tenemos contra el diablo. Es allí donde el enemigo trae pensamientos malignos, imaginaciones, ideas, etc. que nos afligen, nos quebrantan y nos pueden hacer colapsar.

Muchos aluden que las ideas y pensamientos que vienen a nuestra mente no es otra cosa que el producto de nuestra humanidad. Sin embargo, Pablo comienza diciendo en el versículo tres: “Pues, aunque andamos en la carne, no militamos según la carne;” Sí usted ve, el apóstol no pasa por alto nuestra humanidad, ni tampoco ignora que estamos en un mundo llenos de problemas, mas bien, nos hace notar que, no pertenecemos a este mundo, por consiguiente, tenemos que estar consiente que es una lucha con el mundo espiritual.

Tenemos que reconocer que en nuestra mente se libra una dura guerra espiritual. Yo misma, en esta madrugada tuve esta experiencia. Estando orando por un problema, comenzaron a venir pensamientos de aflicción a mi mente. Pensamientos malignos, pensamientos de muerte, comenzaron atormentarme y me sentía cargada, débil y confundida, hasta que me di cuenta de lo que estaba aconteciendo y tomé acción. Inmediatamente llevé cautivo todos esos pensamientos e imaginaciones satánicas a los pies de Cristo, y al instante, sentí que un peso se fue de mis hombros. Y en el momento experimente la victoria.

Nuestra guerra no es contra carne y sangre, sino contra espíritus malignos que arremeten contra nuestra mente para engañarnos, confundirnos y destruirnos. ¡No lo permitas!

Recuerda que el Señor nos ha preparado para esta guerra. Nuestras milicias no son carnales, sino, poderosas en Dios para destrucción de fortalezas, destruyendo todos los argumentos, pensamientos, e imaginaciones que se levantan contra lo que Dios ha dicho, llevándolos cautivos a la obediencia a Cristo, ¡Amén!