Entonces María dijo: Engrandece mi alma al Señor; y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. Porque ha mirado la bajeza de su sierva; pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones. Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso; Santo es su nombre, y su misericordia es de generación en generación A los que le temen. Lucas 1:46-50
Lucas nos muestra en este pasaje como María abre su corazón y entona una genuina y hermosa adoración a Dios, expresándole con gran reverencia, el agradecimiento de haberla escogido como instrumento para traer al mundo al Mesías. Ella prorrumpe en jubilo diciendo: “Engrandece mi Alma al Señor: y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.”
En todo el canto vemos que con gran veneración exalta a Dios, y se regocija en su espíritu al reconocer que Él era su Salvador. Con gran complacencia también le adora por lo que había hecho con ella, pues la había escogido a pesar de su insignificancia, no había mirado su pequeñez, sino que la había levantado, y por esto, todos la llamarían bienaventurada de generación en generaciones.
Es un hecho que todas las generaciones la han recordado y hasta nuestros días la llaman bienaventurada, pues el Altísimo hizo una gran obra en ella. Siendo virgen, concibió por el Espíritu Santo y dio a luz al Hijo de Dios. María reconoció en este canto, que sólo el poder infinito de Dios era capaz de hacer tales maravillas. Y por esta razón le alaba y exclama: Santo es su nombre, y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen.
Nosotros como María, también hemos sido escogidos con un propósito, sin embargo, en ocasiones nos olvidamos de exaltar su Nombre y agradecerle en adoración esta honra. Está escrito: que fuimos escogidos antes de la fundación del mundo para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo. Efesios1:4-5
Por tanto, con todo gozo y jubilo en el corazón, debemos agradecerle a Dios por haber enviado a su Hijo a nacer en Belén. Debemos reconocer su gran misericordia y amor, que aun siendo nosotros pecadores el Hijo de Dios se despojó de toda su gloria y se hizo hombre, para cumplir el propósito de Dios, darle a todos los que creen, la salvación. ¡Amén!