Es algo inaudito ver como el hombre puede pensar y hablar palabras tan necias contra la existencia de Dios. Miramos a estas personas sin discernimiento acerca de la verdad de Dios, y aunque sean personas notablemente inteligentes en lo secular, reconocidas y brillantes en lo que hacen, están totalmente ciegas y cerradas a la verdad espiritual.
El pecado es un mal que no discrimina, contamina y corroe el corazón de cualquier hombre en cualquiera esfera social a la que pertenezca. Y este mal corrompe los corazones de los hombres a tal grado, que no son capaces de ver la grandeza de Dios. En efecto, la palabra hebrea que se traduce corrompido nos da la idea de algo ácido, echado a perder, por lo que entendemos que el pecado echa a perder el entendimiento espiritual del ser humano.
En la Biblia a los pecadores se les denomina necios, porque sus obras son contrarias a la razón, a lo que la conciencia dentro de sus corazones les dicta. La palabra necio nos describe la incapacidad mental, espiritual, y moral de percibir la veracidad de Dios.
Sí ponemos atención al cuerpo humano, podemos percibir claramente que fue diseñado por un creador omnipotente todo poderoso, altísimo, excelente, sabio, e inigualable en sus hechos. El funcionamiento de todos los órganos del cuerpo humano es extraordinario, y al solo fijar nuestra atención a la actividad de la visión, que ni aun los científicos pueden explicar su funcionamiento, quedamos anonadados, pues después del cerebro el órgano más complejo de nuestro cuerpo son los ojos.
Ante la majestuosa creación del cuerpo humano y su increíble funcionamiento ¿Quién es el que puede decir entonces que Dios no existe? Dios es real, Alto y Sublime, a Él sea toda la Gloria y el Honor por los siglos. ¡Amén!