¿Que es el Pecado?

1 Corintios 15.55-57

«¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? ya que el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado, la ley. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo».

El Salmo 130.3 cita: «JAH, si mirares a los pecados, ¿quién, oh Señor, podrá mantenerse?» La palabra «pecado» aquí en hebreo es «avon», que significa maldad, falta, iniquidad, culpa y culpabilidad. También se refiere a una enfermedad moral, y a la perversión. «Avon» proviene de «avah», que significa «doblar» o «distorsionar». Por lo tanto el pecado constituye una «inclinación malvada», o una «distorsión» en la vida de los seres humanos. «Avon» aparece más de 220 veces en el Antiguo Testamento. Su primera mención está en Génesis 4.13 donde Caín finalmente comprende la magnitud de su acción y declara: «Grande es mi castigo [pecado] para ser soportado». El conocimiento de este pecado es algo demasiado pesado de sobrellevar para la humanidad caída. Por esto Dios prometió que el Siervo Sufriente, el Señor Jesucristo, llevaría las iniquidades de su pueblo (Isaías 53.11, 12). Cristo al morir en la cruz del Calvario nos redimió de nuestros pecados y cumplió esta Escritura de Isaías venciendo al diablo y sus demonios mediante su victoria en la Cruz. Y por lo tanto, Él alcanzó la victoria final y definitiva por medio de su resurrección de los muertos, (Col. 2.12-15).

Por la desobediencia de Adán vino el pecado, por el pecado vino la enfermedad, y por la enfermedad vino la muerte. Desde entonces la humanidad está bajo el poder, el control y la maldición del pecado, de la enfermedad y de la muerte. Cuando Cristo vino, Él destrozó por medio de su muerte en la cruz del Calvario y por la resurrección de los muertos, el pecado, la enfermedad y la muerte. Usted y yo ya no necesitamos más estar bajo el dominio y el control de estos «tres gigantes», pues el Señor Jesucristo ya los venció con su sangre y poder. Para el resto de la humanidad, aquellos que no conocen a Cristo como su Salvador y Señor, los no cristianos, o no creyentes, ellos todavía están bajo el poder, el dominio y el control de estos «tres monstruos» que son invencibles, excepto por el sacrificio de Cristo en la cruz. Fuera de Cristo no hay escape, ni salvación ni victoria de las garras de estos tres «titanes poderosos » de la «destrucción», el pecado, la enfermedad y la muerte. Nada ni nadie pudo, puede ni podrá vencerlos, solamente el Señor Jesucristo lo hizo una sola vez y para siempre (Hebreos 9.12-15).

El corazón del hombre está lleno de maldad desde su nacimiento hasta su muerte dice la Palabra de Dios, pues al no conocer al Creador y estar en «falta» delante de Dios, por no buscarle, acarrea para si juicio, por medio de la «iniquidad» que comete a diario. La «culpa» de su corazón no puede ser aliviada con meros esfuerzos humanos al intentar llenar este vacío con el trabajo, o el sexo, o la bebida, o el dinero, o la música, o la diversión, o la droga, o viajes, etc., o cualquier otra cosa, pues su problema es interno, es de su espíritu, es de su alma, es de su corazón. Por esto el hombre vive en una «enfermedad moral» en cuanto a la ética en su vida familiar, profesional, personal, pública o privada, que lo ha llevado a la «perversión» de sus sentidos espirituales perdiendo así toda la sensibilidad por las cosas de Dios, pues sus caminos están «doblados» y su vida «torcida», porque sus «inclinaciones» proceden de su corazón que está negro, alejado de Dios y perdido.

Cristo mismo dijo que es del corazón del hombre que procede todo tipo de maldad. Por lo tanto, el hombre vive engañado por el diablo, que es el «maestro» de la mentira, el que tiene la habilidad de hacer y de presentar una mentira como si fuera una verdad y de presentar una verdad como si fuera una mentira. Esto fue lo que él hizo al engañar a Adán y Eva en La victoria sobre el pecado y la tentación el principio. Él emplea las artimañas del error con eficacia y destreza, capaz de llevar a millones de millones de personas a la perdición final por el mero hecho de usar las armas del engaño y de la mentira con tal efectividad que aquellos que están bajo el pecado, ni aún se dan cuenta que están camino a la destrucción. El diablo siempre le mostrará lo bello, lo hermoso y lo placentero del pecado, pero él nunca le enseñará lo que está escondido detrás de la cortina; el horror y el dolor de la enfermedad que viene después y nunca le mostrará la muerte tanto física como espiritual como consecuencia final de la rebelión en contra de lo establecido por Dios en su Palabra.

Tomado del libro “La Vida Espiritual Victoriosa” por Josue Yrion. (p. 65-67) Todos derechos reservados.

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