Respondió Jehová a Job desde el torbellino, y dijo: Cíñete ahora como varón tus lomos; Yo te preguntaré, y tú me responderás. ¿Invalidarás tú también mi juicio? ¿Me condenarás a mí, para justificarte tú? Job 40:6-8

La tendencia del ser humano es siempre culpar a alguien más por las malas actitudes, malas decisiones, o por las consecuencias de sus propios actos. El hombre siempre trata de evitar la responsabilidad que tiene en el mal arbitraje de la fe, el amor, y la vida.

En el libro de Génesis encontramos que, en el principio, cuando el hombre y la mujer pecaron contra Dios, no aceptaron su culpa. Al escuchar la voz de Dios que se paseaba por el huerto se escondieron. Al confrontarlos Dios y preguntarles ¿qué hicieron? el hombre rápidamente le echó la culpa a la mujer, y la mujer le echó la culpa a la serpiente. Aunque la serpiente realmente los engañó, no obstante, ellos tenían responsabilidad en lo que hicieron, porque a ellos se les había dado el mandamiento y ellos libremente optaron por desobedecerlo.

La Biblia nos dice que Job no entendía lo que le estaba pasando, ni porque le habían sobrevenido tantas calamidades. En su intento por justificarse, implícitamente culpó a Dios. Por esta causa Dios le pregunta: ¿Invalidarás tú también mi juicio? ¿Me condenarás a mí, para justificarte tú?

De la misma manera como Job, actuamos nosotros. Cuando no entendemos lo que esta pasando, con nuestras palabras implicamos que Dios es el causante de la situación por la que estemos pasando.  Nunca exhibimos nuestras faltas, siempre las escondemos. Nunca mostramos nuestra responsabilidad al dudar, por nuestras incredulidades, en resumen, por nuestra falta de fe en Dios.

Así  que, sí estas desesperado y no entiende lo que te está pasando no culpes a Dios, porque te estarás enfrentando con estas palabras: ¿Me condenarás a mí, para justificarte tú? Dios es perfecto, en el no hay mudanza. Quienes fallamos somos nosotros. ¡Amén!