Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! Romanos 8:15
Siempre que nos encontramos en aflicciones puede aparecer en nosotros la desesperación. Nuestra incapacidad para resolver lo que a nuestro juicio es imposible nos hace blanco fácil para ser oprimidos por el enemigo.
El estar abrumados por muchos problemas o situaciones adversas pueden llevarnos cautivos al temor. El agobio por no ver la salida a la situación difícil que estamos encarando nos hace desfallecer, y al pensar en las consecuencias que traerá el no encontrar la solución correcta, nos aterroriza.
El apóstol Pablo nos dice que nos acordemos que no hemos recibido de parte de Dios un espíritu de esclavitud para seguir sometidos por el temor. Muy por el contrario, ahora, por cuanto somos sus hijos, nosotros hemos recibido el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! Gálatas 4:6
Parafraseando este versículo podemos decir que, antes, cuando no teníamos a Cristo en nuestro corazón éramos huérfanos espiritualmente hablando. El enemigo abusaba de nosotros atemorizándonos y manteniéndonos bajo el imperio del temor. En cambio, ahora, en nuestra nueva vida con Cristo, fuimos adoptados por Dios como sus hijos, y él nos dio el derecho de llamarle Padre.
Por esta razón, en ninguna circunstancia por la que estemos pasando debemos permitir que el temor tome la rienda de nuestras vidas. Ahora somos hijos de Dios, y, por ende, él nos cuida, nos defiende, y nos lleva a la victoria completa. ¡Amén!