“No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.” Gálatas 6:7
En la vida, el ser humano camina sembrando semillas. Unos siembran para sus deleites, dándole rienda suelta a los placeres que les satisfacen, otros en cambio siembran en aquellas cosas que alimentan y enriquecen al espíritu, para crecer en su relación con Dios.
El brillante poeta inglés, Lord Byron, quien malgastó su vida en los placeres de la carne, al final de su vida, con mucha tristeza, dijo: “Ni busco ni necesito la conmiseración; las espinas que recojo son del árbol que yo planté. Ellas me han herido, y sangro. Yo debí saber que fruto había de brotar de tal semilla.”
El mismo principio que nosotros vemos en lo terrenal sobre la ley de la siembra y la cosecha, es el mismo principio que se utiliza en lo espiritual. Cada semilla que usted siembra va a producir una cosecha. Por esta razón tenemos que estar atento a que semilla estamos nosotros sembrando.
Muchos son los creyentes que siembran semillas de pecado viviendo día a día como si nadie los viera. Viven sembrando maltratos, engaños, adulterios, mentiras, trampas y cuando les comienza a ir mal se preguntan: ¿Por qué me pasa esto? La respuesta es obvia. ¿A caso puede usted sembrar manzanas y recoger peras? Usted va a recoger el fruto según la semilla que haya sembrado.
La Biblia es clara cuando nos dice: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna.” Gálatas 6:7-8
Nadie puede sembrar una semilla mala y esperar recibir una hermosa cosecha. Tú puedes que engañes a los hombres con tu conducta, pero a Dios no lo podrás engañar. Él está atento a cual semilla estas sembrando, y por consiguiente te dará la cosecha de acuerdo a la semilla que tu plantaste. No te engañes: Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. ¡Amén!