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Sal De La Tierra 6/18

“Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.” Mateo 5:13

En el Antiguo Testamento, en el libro de Levíticos capitulo 2 verso 13 encontramos: que Moisés enseñó a el pueblo de Israel a que cada ofrenda que se ofreciera a Dios fuera sazonada con sal.

La sal representaba el pacto de Dios con los israelitas en el Monte Sinaí. Por consiguiente, al poner la sal en la ofrenda les recordaba la obligación que tenían de permanecer fieles y obedientes a Dios y al pacto.

En los antiguos pueblos del medio oriente, también se usaba sellar los contratos o acuerdos con un obsequio de sal, ya que creían que la sal traía validez, duración, y estabilidad al contrato.

En el Nuevo Testamento, en el Sermón del Monte Jesús nos dijo que nosotros éramos la Sal de la Tierra. Como sal, somos un recordatorio viviente a nosotros mismos y al mundo que ahora somos parte del pacto de Dios. Jesús en la cruz fue el mediador de un nuevo pacto, en este pacto nos reconcilió con el Padre, y ahora tenemos una alianza con Él.

La sal también les recordaba a los israelitas su compromiso de ser fieles a Dios y al pacto. De igual forma, nosotros como la sal de la tierra debemos recordar que ahora tenemos el compromiso de ser fieles y obedientes a Dios y al nuevo pacto.

No debemos de olvidar que Jesús continuó su enseñanza diciendo: “pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres.”

Por tanto, no dejemos que la sal que hay en nosotros como participes del Nuevo Pacto se desvanezca, al contrario, dejemos que ella sazone al mundo con nuestro testimonio. Seamos por tanto fieles, obedientes, y honremos a Dios y al pacto que tenemos con Él. ¡Amén!

 

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